Miércoles 2 de Abril de 2025

SOCIEDAD

9 de febrero de 2025

ELECCIONES: "NO HAY MARGEN PARA LA IMPROVISACIÓN Y LAS FALSAS PROMESAS"

Columna de Opinión- El 2025 se convierte en un año bisagra para la política argentina tradicional y los nuevos dirigentes.

Por Pablo Chirino

La discusión política subió el tono en el comienzo del año electoral y el grueso de la agenda se concentra en Nación, marcada por la batalla cultural de la administración Milei, los acuerdos y desacuerdos dirigenciales de la oposición, reagrupamientos políticos oportunistas, especulaciones y aspiraciones legítimas de cientos de dirigentes para obtener una banca en los diferentes ámbitos legislativos.

Mientras tanto, más abajo - no menos importante - la agenda provincial o municipal ha quedado reducida a un simple rol expectante hasta que se definan fechas, candidaturas, nombres propios, agenda de temas y concluya en el derrame de directivas a los dirigentes partidarios del interior de país.

Más allá del folklore discursivo electoral de "dimes y diretes" que agota la atención y paciencia del electorado, el 2025 traerá consigo - anhelo que así sea - un gran desafío para quienes aspiren a un cargo legislativo. Será militar con datos ciertos, interpelar la realidad que nos aqueja con propuestas superadoras y realizables para cumplir las metas aspiracionales que definitivamente le cambien la vida a la gente de manera real y concreta en el metro cuadrado que habitamos cada uno. 

Es que la llegada de Javier Milei al poder con la premisa de contar "la verdad, aunque duela" y concretar los objetivos propuestos "a pesar de..", el arco político tradicional y emergente debe anclarse en esos presupuestos para obtener la aceptación de la ciudadanía. Al parecer, la frase “no hice por culpa de...” dejó de ser un justificativo válido y victimizante de las autoridades para apantallar sus escasas acciones de gobierno.

Lo demuestran las encuestas recientes sobre la imagen del presidente, que pese a tener minorías parlamentarias, obtiene casi un 60% de apoyo popular, habiendo cruzado un primer año de gobierno de crisis heredada, ajustes por doquier, sortear barreras de oposición legislativa y drásticos cambios en el reordenamiento del estado con la rendidora consigna "este esfuerzo sí vale la pena". Aquí, se impuso la agenda de gobierno en temas claves y no las especulaciones oportunistas de la dirigencia, que - en algunos casos - quedó expuesta y descolocada.

Es mi humilde parecer, a la Argentina llegó "un tiempo no apto para excusas ni dilaciones" en las acciones que son necesarias para el desarrollo positivo de la sociedad, aún en el más minúsculo territorio. La supuesta nueva dirigencia que se expondrá a la preferencia de la ciudadanía debe reconocer y asumir que sus promesas de campaña son un contrato social  que debe honrar, valorar, sostener y cumplir con calidad de "declaración jurada de interés público" veraz, posible e irrenunciable en cada propuesta que se milite.

No hay margen para crear falsas expectativas en la gente. La nobleza del voto no puede ser traicionada por conveniencias políticas eventuales ajenas al interés público. Debe primar la buena fe y la transparencia en cada acto. Si se busca ser protagonista en la gestión pública hay que bregar por la excelencia. Será la única manera de trascender en la consideración del electorado.

Es que en la Argentina profunda, donde la pobreza ganó terreno en las últimas décadas, las brechas socioeconómicas se ensancharon, las necesidades básicas insatisfechas se multiplicaron y las excusas con el "no se puede" del poder político, ya dejaron de tener validez social.

En ese contexto, el compromiso público de los futuros candidatos no tiene margen de error ni tiempo para perder, porque está en juego la triste realidad de millones de argentinos, la credibilidad de los funcionarios públicos y el rol de las instituciones que representa. 

La gente ya no quiere improvisaciones en la coyuntura, expresiones de deseos ni discursos sin sustento con el afán de exculparse de la realidad que nos toca. Es imperioso que la renovación le agregue valor a la discusión pública de los temas centrales de la ciudadanía, se proponga cambiarla y actúe en consecuencia.

Llegó el tiempo donde hay que ponderar las ideas, los proyectos, la honestidad intelectual, la capacidad, idoneidad y voluntad de los candidatos. Nada más y nada menos, serán los que escriban las normas de estado en busca del  ideal al que aspiramos. No más codos borradores ni trampas en la ley, si queremos un estado serio y eficiente. Del concejal del pueblo al legislador nacional, cualquier sea su principios partidarios,  deben impregnarse del interés general y superior “el bienestar del pueblo”.

Como votantes, venimos de conformarnos con elegir entre “lo que hay” o “al menos malo”. Y nos acostumbramos a “estar tan bien que no nos dimos cuenta lo mal que estábamos”. Y ese voto obligado no solo alcanza a quienes elegimos para gobernar desde los ejecutivos sino a quienes legitimamos para que legislen en el rol de oficialismo u oposición. Al fin y al cabo, todos fueron y serán el gobierno de turno.

En definitiva, en 2025 iremos a las urnas para definir quién es quién y qué hará por nosotros. De nosotros depende y no debemos exculparnos si elegimos mal. Hacerse cargo del error o del acierto sirve para interpelarnos las preferencias. Además nos allana el camino para sostener o cambiar, si es necesario. En la medida que aprendamos a  privilegiar las ideas de los candidatos por sobre la inercia partidaria, daremos un salto de calidad dirigencial e institucional en favor de todos los argentinos.

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