Jueves 19 de Septiembre de 2024

OPINIÓN

10 de agosto de 2024

VIOLENCIA DE GÉNERO: LA NATURALIZACIÓN DE LO INCORRECTO

Gentileza: El Colombiano

Miles de personas son violentadas física y psicológicamente pero soportan el maltrato por temor a denunciar.

Por Lic. Natalia Tomelín

A menudo la violencia cotidiana en la pareja o en otros órdenes de la vida, generalmente padecida por las mujeres, es naturalizada, a tal punto de no ser considerada como delito. Y si lo es. Para los organismos defensores de derechos humanos, es contemplada como una epidemia social que viola los derechos fundamentales de las personas, lo cierto es que en la práctica y cotidianidad, es “normalizada”  y peor aún, ocultada. 

Por estas horas, hemos oído mucho sobre “terrorismo psicológico”, a raíz de la denuncia penal que realizara Fabiola Yañez, ex primera dama de Argentina, contra Alberto Fernández. Es entonces, donde nuevamente y como suele suceder cuando un acto violento sacude la opinión pública, sacamos a relucir diferentes hipótesis, análisis, reflexiones y teorías al respecto.

Lo cierto es que haciendo foco en la violencia en general, la física es la más notoria, ya que deja marcas o rastros en el cuerpo de las personas. Pero existen otras , no menos nocivas, como es la violencia verbal o maltrato psicológico. 

Cuando hablamos de violencia desde un aspecto psicológico y emocional debemos entenderla como aquella donde se ejercen comportamientos o actitudes violentas sobre una persona, a tal punto de ocasionar problemas mentales, ansiedad, depresión, baja autoestima, inseguridad, problemas para conciliar el sueño o descanso, sentimiento de culpa o vergüenza  y a su vez, también problemas físicos.

Podemos decir, a modo de entender el problema, que la violencia verbal carece de contacto físico pero es una forma de agresión que deja graves secuelas en la persona víctima. Es una modalidad de ejercer poder sobre otro.

Como para continuar ahondando en el tema, cabe preguntarnos acerca de los motivos por los cuáles la violencia no se puede erradicar. Qué lleva a una mujer, sólo por poner foco en los índices más elevados de personas que sufren violencia - pero vale aclarar que de igual manera los hombres también pueden sufrirla - deben por temor abandonar sus trabajos, encerrarse en sus casas, dejar de participar de actividades sociales, culturales, políticos; alejarse de familiares y amistades, etc.

¿Qué lleva a “justificar”, “naturalizar” y/o “normalizar” conductas aberrantes que encuentran lugar en un contexto violento? ¿Es justo y posible pretender comprender el flagelo como un fenómeno universal? ¿Qué lleva a que una comunidad sea más violenta o registre más casos de violencia contra las mujeres que otra?

Si buscamos distintos enfoques que den cuenta de las causas- consecuencias pero sobretodo de los abordajes para revertir el problema, encontramos entre los sin fines de congresos, debates, reuniones para intentar analizar y reflexionar sobre la violencia, el Informe de Violencia y Salud, de la Organización Panamericana de la Salud, considerado el primer estudio exhaustivo del problema de la violencia a escala mundial; en el que se analiza en qué consiste, a quién afecta y qué cabe hacer al respecto y donde se afirma que el problema de la violencia no es algo tan irremediable como suele sobrentenderse. 

Siguiendo con los aportes del citado informe, aporta que de 48 encuestas de base poblacional realizadas a nivel mundial, entre el 10% y 69% de las mujeres indica haber sido objeto de agresiones físicas por parte una pareja masculina en algún momento de sus vidas. 

Por lo tanto, de dichas afirmaciones, podemos hacer algunas observaciones en sentido muy amplio, pero con el fin de re preguntarnos sobre los fracasos reiterados en pos de erradicar conductas violentas: ¿Podemos abordar de manera universal el fenómeno de la violencia de género? Si se considera que la violencia trasciende los diferentes sistemas económicos- sociales de diferentes sociedades, ¿es posible abordarlos de igual manera sin tener en cuenta aspectos distintivos y propios de cada cultura?

A lo largo del tiempo, hemos encontrado sociedades más tranquilas o menos violentas que otras. En cuanto a los sistemas económicos- sociales como por ejemplo sistemas capitalistas o comunistas, se han presentado diversas situaciones: violencia con escasa presencia del Estado y en manos de pocos;  excesivo control estatal sobre el cuerpo de la mujer o los controles de natalidad, por mencionar algunos.

Especialistas en la materia, vienen poniendo principal atención, a la capacidad de los Estados para manejar factores que son claves en la vida de las personas, pero no utilizan los mismo mecanismos ni creencias culturales de cómo abordarlos, para las concepciones sobre el tema son diferentes. Así, es que podemos observar como en Argentina - que posee un gobierno centralizado - existen políticas públicas más desarrolladas que en otros país. Por citar un caso contrapuesto, Kenya en África, donde el gobierno no tiene capacidad de revertir la violencia doméstica debido a la naturaleza de una sociedad patriarcal. Allí los hombres poseen todos los recursos y las mujeres no pueden tener propiedades.

Ahora bien, el caso que resuena actualmente en Argentina, es supuesto caso de violencia de parte de un presidente que estando en pleno ejercicio de su poder, violentó a la que era su mujer. Dejando entrever que nadie del círculo cercano al expresidente se atrevió a denunciar, revistiendo la característica de un secreto de estado o quizás ese entorno fue sometido al silencio. Esto último amplifica responsabilidades sobre el supuesto delito.

Respecto de la víctima, para denunciar pudo haberse tomado un largo tiempo por diferentes circunstancias que seguramente atravesaba y le impedía hablar, pero ¿y los demás? ¿que les cabe?

Estas consideraciones, nos permiten avizorar que quizás no solamente hay que hacer foco en las diferencias existenciales de cada región o país, sino también comenzar a preguntarnos sobre esa cuota de poder que se le asigna a quienes ocupan cargos políticos y se escudan en él para someter al resto. Los privilegios y cierta impunidad de quienes ostentan el poder no debe hacer que el resto miremos para otro lado, es indubitable que la justicia debe aplicarse para todos y cada uno de los ciudadanos por igual. 

De comprobarse los hechos que se denuncian, que desde la más alta esféra gubernamental se evidencie una realidad indigna y dolorosa solo viene a recordarnos lo que viven a diario miles de argentinos. Tal delito, no hace más que interpelarnos para evolucionar como seres pensantes y evitar todo acto violento que atente contra la integridad física y psicológica de otra persona.

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